lunes, 12 de octubre de 2009

La granizada de los Muertos

Autor Martín Cagliani - Ilustraciones Pedro Belushi

(Utilizando personajes ficticios de la obra de Arthur Conan Doyle)

©Todos los derechos reservados.

Relato perteneciente al arthivo de Dr. John Hamish Watson, fue fechado en 1888, sin exactitud, pero seguramente relata una conversación ocurrida poco después del brote zombie de Boscombe, Gran Bretaña.

Sherlock Holmes se entusiasmaba especialmente cuando le llegaba un paquete del extranjero. Solían llegarle de los lugares más distantes y extraños. A veces una pipa para su colección, otras un simple periódico de la localidad más disparatada. Por eso no me asombré que pasara gran parte de la mañana estudiando una pila de periódicos que, según me dijo, le había sido enviado desde la India.

image Me sobresaltó cuando por fin me dirigió la palabra, yo estaba inmerso en la relectura de La danza de la muerte, de Ambrose Bierce.

—Es sorprendente, querido Watson, cómo un simple hecho cotidiano puede volverse maravilloso y hasta fantástico cuando cae en manos de los periodistas —dijo mi amigo Holmes, sin dejar de mirar un grueso tomo del que pasaba hojas casi sin leerlas desde hacía más de quince minutos.

—¿A qué hecho se refiere, Holmes?

—Por ejemplo —Me miró fijo, y dibujó círculos con las manos—. Un hombre cruza un campo para saludar a su esposa, y jamás llega al otro lado. Su amigo Bierce lo convierte en un cuento sobrenatural. Un periodista, en una catástrofe. Pero ambos se inventan una historia para explicar un hecho cotidiano teñido de extrañeza.

—Lo sigo.

—Usted sabe, querido amigo, que me gusta que me envíen periódicos de los lugares más distantes, y por suerte tengo algunos conocidos en el puerto que me procuran material para mi extraño pasatiempo. Hoy me acaba de llegar una pila de periódicos de la India. De diversas ciudades, pero sin duda el más interesante es el de la ciudad de Bareilly, a orillas del rio Ramganga. Allí cuentan, querido Watson, que el día 30 de julio ha ocurrido una granizada tan potente que ha matado a dieciséis personas. Pero no se sobresalte, ya que eso no es lo sorprendente, sino que dicen que en la vecina ciudad de Moradabad, a unas treinta millas, el mismo granizo asesinó a doscientas treinta personas.

—Eso más que sorprendente, parece casi increíble. ¿Usted presume invención de parte del periodista?

—Me huele a algo oculto, Watson. Pero no por simple intuición, ya que dentro de la pila de periódicos he encontrado otro de una ciudad más distante, que se refiere al mismo hecho, sólo que esta vez por boca de un supuesto testigo que pasó por Moradabad dos días después de la granizada.

—¿Y qué dice ese testigo?

—Se lo voy a leer textualmente, Watson. Usted me dirá luego qué opina antes de que yo le de mis conclusiones, que seguramente estarán apoyadas por su opinión previa.

Dejó el libro que tenía entre manos, y tomó un periódico muy amplio y amarillento.

—Cito: “El señor Saccai Bayavaha, mercader de variedades, estuvo en el lugar de la tragedia dos días después. Vio con sus propios ojos el desastre, y lo que vio fueron cuerpos destrozados por todos lados. Niños, mujeres, ancianos. Brazos y piernas separadas del cuerpo, con trozos faltantes como si hubiesen sido mordidos. Todos con las cabezas despedazadas y a veces directamente decapitados”. Según dice más adelante, al parecer tal magnitud de heridas no se vio en Bareilly, donde los dieciséis muertos pasaron a ese estado por algún golpe muy fuerte en la cabeza. En Moradabad doscientas treinta personas fueron masacradas por una tormenta. El broche de oro es que al día siguiente fueron todos cremados por orden de la policía.

Holmes, dejó el periódico sobre su escritorio y me miró fijo mientras encendía la pipa.

—Realmente me resulta increíble semejante cuadro, Holmes.

—Hay suficientes testigos como para descartar un invento de los periodistas —agregó, y soltó una bocanada de humo.

—Siendo así, mi duda es sobre la magnitud del destrozo. La fuerza de la gravedad puede hacer estragos sobre el débil y suave cuerpo humano, pero no al grado de desmembrar y decapitar a la gente, o arrancarles trozos de carne.

—Note, querido Watson, el detalle de que todas las cabezas presentaban laceraciones importantes. —Asentí con la cabeza para darle la razón, y dejarlo que siguiese con el hilo de pensamiento—. Usted sabe lo interesantes que me resultan los hechos que se presentan como sobrenaturales, pero a veces sin que se los muestre como tales, lo parecen. En este caso, un simple granizo, por más grande y fuerte que fuese, no puede hacer semejante cantidad de destrozos. La gente habría acudido a cubrirse. Está en la naturaleza de todo ser vivo el querer mantener esa vida.

Se puso de pie y fue hasta mi escritorio, tomó un documento que había terminado de escribir hacía poco tiempo. Lo miró apenas, y luego viró hacia mí con una sonrisa llena de astucia infantil.

—Algún día deberemos retomar esta investigación, Watson. Creo que hoy hemos encontrado un paralelo, y no creo que sea único. Lo que ocurrió en Moradabad es un brote similar al de Boscombe. Sólo que en el nuestro los muertos vivos eran apenas seis, y aquí doscientos treinta. No se olvide que la corona ocultó el brote de Boscombe, y la limpieza a la que se sometió la región, con un par de excusas absurdas en los periódicos. Al parecer hicieron lo mismo en la colonia de la India. La Patagonia y Buenos Aires nos siguen esperando, Watson.

—Habría que empezar a planear el viaje, Holmes.

FIN

1888 - Conspiración Zombie

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1888

Para saber de qué trata la peligrosa Conspiración Zombie, entra a ver todos los cuentos del proyecto más maligno y ambicioso de la historia. Índice de la Conspiración Zombie.