lunes, 21 de diciembre de 2009

La navidad de los muertos y Van Gogh

Autor Martín Cagliani

©Todos los derechos reservados.

Hace algunos años se revisó la historia sobre el por qué el pintor Vincent Van Gogh se cortó la oreja. Según la versión más conocida, él mismo se habría auto mutilado, para luego llevarle el trozo de oreja a una prostituta. Pero investigaciones recientes de los restos de Van Gogh descubrieron que la herida no podía deberse a una automutilación. Así surgió la hipótesis de que fue durante una disputa con el pintor Paul Gauguin. Aunque hora, gracias al gran investigador argentino Santiago Achotegui, se puede saber la verdad.

image Llegué a los archivos de Achotegui cuando estaba siguiendo los pasos de la Conspiración Zombie de 1888. La familia Achotegui conserva el archivo general, que es un inventario exhaustivo de todo lo que ocurrió en el mundo durante los 12 meses del año 1888. Hay cosas de lo más extrañas, y me llamó la atención un manuscrito amarillento garrapateado en la parte de atrás de una partitura Gymnopédie Nº 1 de Erik Satie.

Saltó a la vista porque decía en grande, a modo de título, “Van Gogh y Gauguin atacados por los zombies”. Está fechado en la víspera de Navidad de 1888. No es cuando fue escrito, ya que Achotegui nació en 1899.

El relato de Achotegui, casi ininteligible, se supone que está basado en cartas inéditas de Theo Van Gogh, hermano y gelerista del famoso pintor. Vamos a seguirlo casi al pie de la letra, ya que parece estar ya en una versión acabada, con muchas correcciones y tachados.

Todo comienza a fines de diciembre, cuando Vincent le escribe a su hermano diciendo que ha recibido la visita del famoso escritor francés Julio Verne. No parece haber noticias de interés más que alguna ocasional pelea entre Paul Gaugain y Verne, que ya estaban conviviendo y pintando juntos en Arlés, al sur de Francia.

Achotegui tiene una digresión en el relato, y se vuelve fragmentario, listando lo que pudo averiguar sobre la visita de Verne a Van Gogh. El escritor ya estaba dedicado a la política en el norte de Francia para estos tiempos. Se había retirado por completo de la Conspiración Zombie, supuestamente, pero Achotegui duda.

Así fue que pudo conseguir, entre los papeles dejados por Gaugain, que Verne no había ido solo. Acudió con un Gestor. Achotegui asume que es el de la Sociedad Científica Argentina. ¿Pero qué tenían que hacer ellos allí con los pintores?

Al parecer, tanto Gaugain como Van Gogh, se habían codeado con Verne a principios de 1888, cuando todos habían participado de encuentros artísticos en París. Sabemos que Van Gogh estuvo en París hasta febrero de 1888, y también que Verne acababa de volver de su expedición a la Patagonia en esa misma época.

Achotegui entonces especula que Verne podría haberles contado, o haberles dado algo a los pintores, que luego fue a buscar junto con el gestor. No se pudo descubrir qué, pero el investigador argentino lo asume por los hechos que Vincent le relata a su hermano desde el hospital mental de Saint-Paul-de-Mausole, donde se internó por cuenta propia pocos meses después de los hechos que voy a relatar ahora.

La noche del 23 de diciembre se dice que fue el momento en que Van Gogh se cortó la oreja, pero Achotegui ha descubierto que los eventos que llevaron a la herida de la oreja de Van Gogh, y a su locura posterior, ocurrieron el 24 de diciembre, la noche de Navidad.

“Estábamos totalmente borrachos con Gaugain, discutiendo sobre cual era la mejor forma de pintar”, extracta Achotegui de la carta del pintor, “cuando recordó lo que Verne había venido a buscar algunos días atrás. Yo había olvidado por completo los experimentos de Verne, pero a los dos nos pareció divertido volvernos inmortales y ya no necesitar comida, para sólo dedicarnos a pintar, y nada más. Busqué por todos lados y encontré el frasco de vidrio. Dentro había un trocito ínfimo de algo que Verne había traído de Sudamérica, él tenía el trozo mayor, nos había dicho, y lo estaba investigando con Charcot en París. Gaugain me animó a comerlo, pero recordando lo que nos había mostrado Verne, no quise ni abrir el frasco. Pero Gaugain me lo arrebató, y comenzó a jugar con él, aunque sin quitarle la tapa.

“Así fue que desde fuera nos gritaron que hiciéramos silencio. Eran ya cerca de las 11 de la noche, y todos los vecinos habían terminado la cena de navidad, y ya estaban durmiendo. Gaugain, decidió salir a hacerles frente con el frasco, y tanto lo insultaron los vecinos, que se los arrojó.

“Tanta mala suerte tuvimos que fue a romperse en el rostro de una mujer gorda que nos venía fastidiando hacía días. La gorda cayó como bolsa de papas al suelo, sin poder ser atajada por su marido, el otro que nos molestaba por los ruidos. Nos acercamos enseguida, y un trozo roto del frasco se había incrustado en el ojo de la mujer. Estaba muerta.

“El marido pasó del sollozo a la ira, y tomó los vidrios junto con el trocito de carne y nos amenazó de muerte, pero lo único que logró fue cortarse a sí mismo. A todo esto, algunos vecinos más de la cuadra se habían acercado a ver qué sucedía. Llevó como media hora calmar al marido de la gorda, y todos pedían que nos lincharan, por poco.

“Gaugain no dejaba de decir que él no había hecho nada, y como el marido de la gorda no podía decir más que insultos, aprovechamos y le echamos la culpa a él de haber matado a su propia esposa. Para qué, se puso más loco. Allí fue cuando llegó el policía del barrio y lo quiso arrestar, pero el marido enajenado le clavó uno de los vidrios directo en el corazón.

“Poco pasó para que él mismo cayera desmayado, a pesar de que las heridas de su mano no eran tan profundas. Los otros cuatro vecinos que estaban allí, no sabían a quién atender. Nosotros estábamos tan alcoholizados que nos reíamos de la situación. Pero ya no nos reímos cuando el marido de la gorda se levantó de golpe y miró al uno de los vecinos como si fuese un queso brie bien derretido.

“Sin mediar palabra o gesto se abalanzó sobre él y lo mordió en el cuello. Con Gaugain corrimos hacia la casa amarilla, y nos encerramos. Lo que siguió luego fue lo más horrible que me ha tocado experimentar en toda mi vida.

“El policía también se levantó, y entre los dos atacaron y mordieron a los otros vecinos. Luego se dedicaron a comer, sí, Theo, a comer a la gorda como si fuese un faisán.

“No sé cuánto tiempo pasó, pero eventualmente terminaron levantándose los otros vecinos mordidos, y estaban en el mismo estado. Eran seis de esos muertos vivos, iguales a los que nos había mostrado Verne.

“Gaugain no tuvo mejor idea que gritarles que se fueran, lo que logró que vinieran hacia nosotros, arrastrando los pies como gruesos pinceles. Eran muchos, y golpearon tanto la puerta, que la terminaron abriendo.

“Lo que siguió fue un combate de supervivencia en el que Gaugain luchaba con su daga y yo con pinceles. Theo, te digo que estábamos muy borrachos, pero no sé cómo logramos sobrevivir.

“El primero que me atacó logré empujarlo, y Gaugain lo apuñaló por la espalda, pero ni pareció darse cuenta. Se dio vuelta para atacar al francés pero se topó con una daga en su frente, a lo que cayó desplomado.

“Recordamos ahí los comentarios de Verne, y así le clavé un pincel en el ojo al próximo que se abalanzó sobre mí. Gaugain hizo lo propio con el policía que lo atacó sin mucha convicción. Los tres restantes parecieron interesarse más por mí, y me vi pronto arrinconado contra mi caballete. Sólo tenía dos pinceles en las manos, contra tres de esos muertos.

“Le grité a Gaugain por ayuda, que estaba en la otra punta del cuarto, y en cuanto terminó con el policía arrojó la daga contra uno de mis atacantes como si fuese un cuchillero profesional de circo, sólo que él era un pintor, y estaba borracho, por lo que la daga casi me da a mí en la cabeza, pero sólo me cortó la oreja.

“La sangre exacerbó a los muertos vivos. El primero que me atacó recibió un pincel en el ojo, al otro no se lo pude clavar a tiempo, y me abrazó intentando morderme, pero luché lo suficiente como para darle tiempo a Gaugain de clavarle la daga en la sien. Al restante lo había derribado ya el francés con una silla, para luego rematarlo clavándole un trozo del jarrón que yo usaba para mis girasoles, roto en medio de la lucha.

“En la madrugada del 25 de diciembre, en la Navidad de 1888 apareció el gestor que nos había visitado antes. Esta vez sin Verne. Mandaba a un grupo de uniformados que parecían del gobierno. Se llevaron los cuerpos, y limpiaron todo. Nos bañaron desnudos con todo tipo de jabones, y me quitaron un pedazo de oreja, donde había sido herida.

“Gaugain desapareció al día siguiente. Theo, no alucino, ya sé que debes estar pensando que finalmente tu hermano mayor se ha vuelto loco, pero esto que te escribo es cierto.”

Así termina la carta. Al parecer Gaugain le escribió a Theo también, pero sólo le dijo que fuera a visitar a su hermano que estaba herido. La policía local tomó declaración a los dos pintores sobre el incidente, pero dijeron lo que el gestor les indicó, y que ha pasado a la historia.

Este es un brote menor dentro de los ocurridos en 1888, que si bien no está inmerso en la Conspiración Zombie, forma parte de ella como un cabo suelto, y nos muestra el grado en el que se han silenciado tantos episodios de la historia relacionados con la conspiración. Nadie nunca explicó la locura posterior del pintor holandés, la angustia, los terrores y las alucinaciones que experimentó hasta su muerte en julio de 1890.

FIN

1888 - Conspiración Zombie

http://conspiracionzombie.blogspot.com/

3 comentarios:

  1. hola, muy bueno!!

    ResponderEliminar
  2. Esta re bueno!!! me encanta esta página.

    ResponderEliminar
  3. Gracias, espero que te gusten los otros cuentos también :)

    ResponderEliminar

No se queden como Zombies anónimos, firmen sus comentarios :)

1888

Para saber de qué trata la peligrosa Conspiración Zombie, entra a ver todos los cuentos del proyecto más maligno y ambicioso de la historia. Índice de la Conspiración Zombie.